Se dice que la política es “el arte de lo posible”, y puede que en una frase corta no se pueda resumir de mejor manera. Para mí, y supongo que también para mucha gente, es ante todo un servicio público, al que se debe llegar sin la necesidad de vivir de ello, y habiendo demostrado una sensatez y una capacidad de trabajo en el ámbito privado, bien como profesional o bien como un empresario que ha sido capaz de mantener un negocio funcionando de forma honrada y acertada.
Quiero pensar que la inmensa mayoría de los que hace unos años decidimos hacer algo más que quejarnos de lo mal que están las cosas, de lo mal que lo hacen los políticos, que parecen guiarse únicamente por su intereses personales, ideológicos o sectarios, y empezamos a pagar una cuota a un partido que parecía tener intención de cambiar las cosas, no nos equivocamos.
Cuando poco a poco nos fuimos involucrando en diversas tareas, hasta llegar a formar parte de una lista electoral, muchos familiares y amigos nos decían “no te metas, la política es un camino de trampas, sinsabores y desengaños, te lo van a hacer pasar mal”. No les hicimos caso, no dudamos que tuvieran razón, pero estábamos dispuestos a asumir ese riesgo para poder luchar por lo que creemos justo.
Para mí la política es defender, dentro de una organización creada para ello, los valores, los principios y las ideas que uno considera correctos, pero siempre frente a los adversarios políticos y los enemigos de esas ideas. Es un servicio y también un honor, cuyo cauce o instrumento son los partidos políticos y nos otorgan los electores a quienes representamos, haciendo las cosas lo mejor que uno sabe, actuando de forma honesta, leal y eficaz, y defendiendo esos valores y principios de quienes han votado una lista, cuyos nombres poco o nada les dirían el día de las elecciones. Eso debe ser la política.
Por el contrario, y según dicen, esto ocurre en todas las organizaciones políticas, también están las luchas internas por el poder o el cargo, y personas que aspiran a vivir de los puestos dentro de los partidos o de las instituciones, que no ven esto como un servicio a la comunidad, sino como una oportunidad de ejercer el poder, aupar a los que te caen bien, fastidiar a los que te caen mal, obtener prebendas y privilegios y llegar a ser “alguien” conocido. “Quítate tú para ponerme yo”. Para esas ambiciones personales parece que vale todo, la mentira, la maledicencia, las conspiraciones, las traiciones y las trampas. Pero ¿todo vale? Parece que los partidos políticos acaban casi siempre convirtiéndose en un fin en sí mismos, y no cauces o instrumentos de la participación política democrática. Para algunos eso también es política, pero para mí es la NO-política, aunque se le pueden poner nombres más feos.
Nacido en Madrid en 1963, casado y con un hijo. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad Politécnica de Madrid. Funcionario de la Administración General del Estado y de la Junta de Castilla y León. Concejal – Portavoz del Grupo Municipal Vox Cartagena